Construir el ecosistema de la innovación en Centroamérica
Apostar a largo plazo por un cambio sostenible en la región centroamericana demanda fortalecer el ecosistema de la innovación.
¿Por qué?
Imagina una iniciativa que busca asegurar el acceso a agua limpia y segura. Es posible que sus objetivos sean mucho más difíciles de alcanzar que para una empresa que se dedica a comercializar agua embotellada.
O un negocio que necesita empaques para productos a gran escala. Acaso encuentre más rentable utilizar materiales destinados a ser desechados, que diseñar los mecanismos para aprovechar o reincorporar éstos en un ciclo sostenible.
Como esos ejemplos, para muchas empresas aportar soluciones a los desafíos sociales y ambientales suele estar subordinado a objetivos de corto plazo. En términos de sostenibilidad, este paradigma tradicional de hacer negocios demuestra que no hemos sido capaces de cubrir nuestras necesidades sin poner en riesgo el bienestar de las generaciones futuras.
Está claro que no podemos alcanzar las metas de sostenibilidad con las mismas ideas de siempre.
Y tampoco podemos hacerlo solos.
Encontramos en la innovación social el potencial de diseñar soluciones más efectivas, eficientes y sostenibles a los retos que nos preocupan, porque creando valor para la sociedad en su conjunto y no solo para unos pocos, la prosperidad económica se convierte en auténtico bienestar.
No obstante, la innovación social necesita plataformas para despegar. Sin ellas, los nuevos modelos de negocio se enfrentan al desafío de sus propios recursos, la mayor de las veces limitados, con equipos de trabajo pequeños, aunque apasionados, así como dificultades para acceder a los capitales técnicos y financieros que aceleren su impacto.
En un mundo que demanda mayor compromiso, sensibilidad y energía para abordar retos como el cambio climático o la desigualdad, la innovación social se ha convertido en un campo de posibilidades porque nunca antes habíamos tenido a nuestra disposición tanta información, nunca habíamos estado tan conectados y pocas veces habíamos tenido la oportunidad de tener a la mano los avances tecnológicos recientes, o mejor aún, adquirir las capacidades para ser los pioneros de esos avances. ¿Entonces qué hace falta para dar marcha a nuestro potencial de cambio?
La respuesta es: ecosistema.
La innovación social se expande en países donde los emprendedores y sus ideas encuentran las oportunidades económicas, técnicas y administrativas que necesitan. He allí la importancia de establecer conexiones estrechas entre los creadores de cambio con los inversores de impacto, en entornos idóneos para estimular sus alcances.
El proceso de la innovación exige soportes y conexiones, desde la etapa de las ideas hasta la fase de impacto, cuando esas ideas se han transformado en soluciones concretas y en oportunidades financieras escalables en la vida de las personas.
Esto es lo que en Alterna nos mueve a formar parte de programas que contribuyen a fortalecer el ecosistema de la innovación en Centroamérica, como Impulsa, que ve en la innovación del turismo sostenible una posibilidad de desarrollo humano para la conservación ambiental y cultural en Guatemala; o Solá, el reto de innovación de Unilever, empresa global que ha detectado en el talento de los centroamericanos el potencial para activar procesos de producción y mercado más sostenibles en la región, con el fin de inyectar energía a quienes ya están cambiando la manera de hacer negocios.
Un ecosistema de inversión e impacto debe estar disponible para quienes dan vida a la innovación social, porque son quienes, haciendo las transformaciones necesarias, dinamizan una economía de las oportunidades. Así como empresas y organizaciones se unen a la biósfera de la innovación, para nosotros se trata de conectar a quienes pueden con quienes saben con quienes quieren cambiar el mundo.
Conoce más acerca de Solá, Reto de Innovación Unilever y cómo aplicar haciendo click aquí.